martes, junio 29, 2010

No vayas a decirme nada.

Silenciosamente mi deseo se mueve junto a tus expresiones de pereza. El hambre tiembla bajo tu mirada ajena, la dulce travesura del condenado a muerte. Dios, te llamo y no estás, me dejas la contestadora. No habrá ayuda divina hoy. Tu sabes profundamente cuál es el tamaño de mi ego que repta por tu habitación, por la de nuestro anfitrión o donde sea que estemos, para hallarte desprevenido y psicopáticamente hacerte la vida imposible para que no dejes de mirarme y de pensar en mi. De jugar contigo como con un pensamiento obseno, de disfrutar la vista de tus ojos semicerrados o de las pupilas brillantes al hablas las falacias que ya conozco... Se me hace dificil a veces ese sueño de la fraternidad que buscan plasmarnos a la fuerza, al que tu te resigas pero ante el que me revelo con los puños en alto. Estoy sola en la guerra contra tu frialdad pero no moriré sin prestar batalla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dile chupate el pico al ego culiao.

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